Se ha convertido en nuestro día a día, vivimos rodeados de notícias que nos hablan de novedades tecnológicas constantes. Cada semana aparece una nueva herramienta de inteligencia artificial que promete cambiarlo todo y hay que admitir que mantenerse informado ya es un ejercicio que en sí mismo resulta retador.  

Esa velocidad a la que se está moviendo todo a nuestro alrededor, nos genera una sensación que se sitúa entre el vértigo y la angustia: es el famoso FOMO (fear of missing out), que ya no pertenece solo al ámbito de las redes sociales o el consumo, sino que también se ha conseguido infiltrar en nuestra rutina profesional. 

Lo paradójico de la situación es que ese miedo no es tanto un temor con fundamento tecnológico como una cuestión cultural. Nos hemos acostumbrado a medir el éxito, individual o de las organizaciones, por la rapidez con la que adoptamos lo nuevo, no por la profundidad con la que lo comprendemos. 

De la ansiedad al aprendizaje continuo 

Cuando, como está sucediendo en estos momentos, la IA irrumpe en todos los sectores de la economía, muchos sienten que llegan tarde a una carrera sin meta. Pero la clave no está en saberlo todo, cosa que por otra parte es del todo imposible, sino en aprender a relacionarnos con la tecnología con sentido y orientación. 

Integrar la IA se parece más a aprender bien un idioma que a seguir un curso acelerado: requiere práctica, constancia y tolerancia al error. No se trata de memorizar comandos ni de dominar cada herramienta, sino de comprender qué queremos lograr con su ayuda. 

El cambio que empieza en la forma de pensar 

La inteligencia artificial no transforma solo los procesos: reconfigura la manera en que tomamos decisiones. Adoptarla con sentido implica detenerse a reflexionar sobre qué aporta valor real y qué simplemente añade ruido. En todo este tiempo hemos ido acumulando experiencias de los dos tipos. 

Más que correr detrás de cada actualización, necesitamos espacios de pausa y criterio. Decidir cuándo y por qué usar una tecnología es tan importante como dominarla. Si lo pensamos bien, el número de tecnologías a nuestra disposición es tan elevado que lo realmente importante es saber seleccionarlas correctamente.  

De perseguir a practicar 

Muchos viven la IA como una carrera que nunca termina. Pero el progreso real no proviene de la velocidad, sino de la práctica constante con propósito. Incorporar la tecnología a nuestro ritmo convierte la ansiedad en aprendizaje y la curiosidad en criterio. 

En el ámbito del marketing, esta filosofía también marca la diferencia: la IA aplicada al marketing de contenidos demuestra que la automatización solo funciona cuando se combina con una visión humana y coherente. 

Respirar para decidir mejor 

La inteligencia artificial no debería ser una fuente de angustia, sino una oportunidad para repensar cómo aprendemos y decidimos. El verdadero reto no es estar al día, sino mantener la claridad para elegir qué merece nuestra atención. 

En esta maratón tecnológica, no ganan quienes corren más rápido, sino quienes saben cuándo parar, respirar y avanzar con propósito. 

Ignasi Llorente
Ignasi Llorente

Construint el relat d´un futur que ja ha començat | CEO a utopiq.io - Partner at agenciakarmina.com | Filosofia de la Ciència (UPenn) - Ètica de la IA (LSE) | Més de 20 anys d'experiència al camp de la comunicació i les relacions institucionals.