En un escenario como el actual, donde la información circula sin pausa y las conversaciones digitales moldean la reputación de las organizaciones, una crisis comunicativa puede estallar en cualquier momento.  

No siempre se origina en un gran error, a veces nace de un simple malentendido, de una reacción impulsiva o de una decisión que se interpreta de forma inexacta. Lo que sí es constante es su capacidad para propagarse y amplificarse, sobre todo cuando no existe una respuesta ordenada ni una estrategia clara de comunicación. Es por eso, que vale la pena estar preparados para afrontarlas cuando se presenten. 

Toda crisis es, en esencia, una pérdida temporal de control sobre tu propio relato. Y cuando ese relato escapa al ámbito interno, la organización debe ser capaz de reconstruir su voz sin precipitación, sin contradicciones y sin miedo a la transparencia. En comunicación, el tiempo y la coherencia son factores inseparables: responder demasiado tarde equivale a ceder el espacio a la especulación, pero hacerlo sin una comprensión completa de los hechos solo añade ruido y desconfianza. 

El primer gesto eficaz no consiste en hablar, sino en observar. Comprender qué está ocurriendo, quiénes participan en la conversación y qué parte del conflicto tiene fundamento real. La serenidad en ese punto inicial es una forma de liderazgo. Las decisiones que se toman en los primeros minutos definen el tono de todo lo que vendrá después. No se trata de frenar la comunicación, sino de asegurar que cada palabra tenga sentido y que todos los pasos que se darán puedan estar correctamente medidos. 

En los momentos de mayor presión, la coherencia interna es tan importante como la proyección externa. Ninguna organización puede aspirar a recuperar su credibilidad si transmite versiones distintas o si cada área actúa por su cuenta. Coordinar, compartir información y unificar mensajes son tareas esenciales que deben realizarse antes de cualquier comparecencia pública. Hablar con una sola voz no significa ocultar diversidad de opiniones, sino preservar la claridad cuando el entorno exige certezas. 

El portavoz, en este contexto, se convierte en el eje de la respuesta. Debe conocer los hechos con precisión, mantener un tono sereno y demostrar empatía, incluso ante la crítica. La autenticidad y la claridad pesan más que cualquier frase estudiada. Las audiencias actuales reconocen de inmediato la impostura, y valoran, en cambio, la capacidad de reconocer un error y explicar cómo se está corrigiendo. El silencio absoluto rara vez protege; informar con honestidad, en cambio, puede contener el daño y abrir espacio al entendimiento. 

Gestionar una crisis comunicativa implica también escuchar con atención lo que se dice fuera. Las redes sociales, los medios y la opinión pública actúan como espejos deformantes, pero reveladores: muestran percepciones, emociones y expectativas que conviene entender antes de reaccionar. Escuchar no significa asumir cada crítica, sino interpretar lo que subyace a ellas. En muchos casos, la crisis no se agrava por el hecho en sí, sino por la distancia emocional entre la organización y quienes la observan. 

Superar una crisis no consiste en cerrar un capítulo, sino en aprender de él. Cada episodio deja lecciones sobre los procesos internos, sobre las debilidades comunicativas y sobre la relación entre la institución y su entorno. Analizar con honestidad lo que se hizo bien y lo que se podría haber hecho mejor forma parte del ciclo natural de la gestión. Las organizaciones que integran ese aprendizaje en su cultura desarrollan una comunicación más madura y una identidad más sólida. 

Las crisis, en definitiva, son pruebas de coherencia. No pueden evitarse del todo, pero pueden enfrentarse con criterio, preparación y una mirada humana. Hablar bien en una crisis no significa tener todas las respuestas, sino saber cuáles ofrecer, cuándo hacerlo y de qué manera. 

Lluis Feliu

Soy Doctor en Marketing, licenciado en Periodismo (Universitat Ramon Llull) y máster en Comunicación Empresarial e Instituacional (EADA Business School) y en Comunicación Digital y Nuevas Tecnologías (UAO CEU).