Nos guste o no admitirlo, vivimos atrapados por una inercia extraña. Observamos perplejos los avances de la inteligencia artificial, las noticias que nos llegan del panorama geopolítico global, las nuevas y bastante horrorosas formas de consumir información o el aumento del coste de la vida, pero al mismo tiempo da la sensación de que nada cambia de verdad. Seguimos organizando nuestra logística doméstica, la economía, el trabajo y hasta la vida pública a partir de ideas que sabemos obsoletas, con una fe cada vez más frágil en los relatos que las sostienen. Seguimos haciendo lo mismo de siempre, aunque tengamos suficientes indicios como para ver con claridad que se están rompiendo muchas cosas y que bastantes de estas pueden ya no tener arreglo.

Hipernormalidad” es un término que acuñó el antropólogo ruso Alexei Yurchak para describir los últimos años de la URSS: una época en la que en general la sociedad rusa era consciente de que el sistema ya no funcionaba correctamente, pero todo el mundo fingía lo contrario porque era más fácil mantener la ficción que afrontar la incertidumbre del colapso. El cineasta británico Adam Curtis en el año 2016 retomó el concepto en su documental HyperNormalisation para traerlo hacia el juicio crítico de las democracias liberales contemporáneas. Vivimos bajo estructuras mantenidas más por inercia que por convicción, en un entorno donde el relato de la realidad ha sido substituido por sucedáneos comunicativos más o menos funcionales.

Este es el estado de las cosas al respecto de muchos de los grandes hechos que suceden a nuestro alrededor. La explosión de la inteligencia artificial aplicada no es un elemento menor de nuestro contexto actual y está llamada a transformar el mundo que hemos conocido en alguna cosa que aún no sabemos explicar cómo será y que tampoco sabemos si cuando llegue a un estado de madurez nos va a gustar demasiado.

Lo que no se puede simular

El Vallès es un territorio históricamente vinculado a la producción fabril. Aquí no se han forjado los grandes relatos de modernización digital, pero se ha hecho industria con rigor, empuje y con una continuidad temporal que esperemos que se mantenga durante muchos años. La innovación en la comarca siempre ha sido funcional y generalmente de taller, de nave industrial y de polígono. De avances llevados a cabo por personas más bien enfundadas en un mono azul de trabajo o en una bata blanca de laboratorio que vestidos con traje y corbata.

La ciudad de Terrassa es conocida por su tradición larga textil, ha sido un centro de innovación en maquinaria de tintura e hilatura. Empresas locales desarrollaron equipos que mejoraron significativamente la producción de tejidos, permitiendo una mayor eficiencia y el aumento de la calidad de los productos finales. Aún hoy, el Instituto de Investigación Textil y Cooperación Industrial de Terrassa (INTEXTER) dispone de plantas piloto para procesos completos de tintura y acabados, contribuyendo a la investigación y mejora continua de las técnicas de producción del sector textil. Y aún hoy existen importantes industrias auxiliares para ese sector, aunque cuente desde hace décadas con una estructura productiva muy diversificada.

Los primeros telares mecánicos llegaron a Sabadell en 1864, despejando el camino para la industrialización masiva de la comarca. En 1876 la ciudad ya produce con éxito sus primeros telares mecánicos de lana y no solo son suministrados a nivel local, sino que llegan a ser exportados a muchos países europeos a partir de la Exposición Universal de Barcelona de 1888. A partir de mediados del siglo XX, la ciudad también experimentó un notable desarrollo en la fabricación de tornos automáticos, avances estos que fueron impulsados por la necesidad de mejorar la eficiencia en la producción de piezas metálicas para satisfacer la demanda de diversos sectores como el propio textil o la automoción.

En Granollers la fábrica Roca Umbert (que hoy alberga un espacio cultural puntero y envidiable) integró en un solo recinto todo el proceso de producción textil, desde el hilado hasta el teñido y incluso dispuso de una planta térmica propia para garantizarse el suministro autónomo de toda la fábrica. A su vez, Mollet del Vallès no se mantuvo ajena a la industria textil, pero sobre todo se supo poner en el mapa industrial mundial gracias a sus motocicletas. De esta zona de la comarca salieron las míticas Derbi ganadoras de 12 títulos mundiales de pilotos y 9 de constructores, marca que supo ser un referente global en el motociclismo de velocidad, especialmente en las cilindradas pequeñas y destacando por un alto nivel de innovación técnica. La ciudad y sus pueblos más cercanos fueron un polo importantísimo de industria auxiliar, fabricando componentes para muchas marcas de motocicletas europeas.

La comarca, el Vallès, se ha mantenido también como un importante centro logístico gracias en buena parte a su estratégica ubicación. Ha llovido mucho desde el inicio de la revolución industrial, se han superado muchas crisis económicas y el balance de todo este tiempo que ha transcurrido es ciertamente complejo y también variado, pero vale la pena señalar que la comarca aporta aproximadamente el 17,12% del PIB de Catalunya del cual un 30,67% del valor bruto añadido puede atribuirse a la industria.

La industria como centro de gravedad

No solo la industria transformadora más clásica, también la agricultura y en general todas aquellas actividades que requieren de personas que se levantan cada día para generar productos físicos. En un mundo que se digitaliza a un ritmo frenético, aquello anclado en la realidad física tiene un valor añadido que los algoritmos y los centros de datos no podrán replicar. Al menos de momento. Lo físico es profundamente real. Se produce, se transporta, se monta y se mantiene. Demanda materias primas, tiempo, conocimiento, energía y precisión. Por eso, ante la tentación de sentirnos abrumados después de la última pirueta de nuestro LLM de confianza, debemos pensar en que el mundo tangible sigue aquí con nosotros y en esa reflexión podemos buscar algo de paz y sosiego.

Mientras el relato de la inteligencia artificial ocupa la gran mayoría de las conversaciones, hay otra realidad que persiste a los márgenes del discurso y a la que todos deberíamos prestar mayor atención. Es esa economía, que parece secundaria cuando todo va bien pero que siempre será esencial para cualquier país y lo será aún más si las cosas empiezan a ir mal de verdad.

La necesidad de comunicar y dar visibilidad a la industria

Hay algo que la industria aún no ha resuelto bien. Durante décadas, muchas empresas han sobrevivido y prosperado sin necesidad de explicarse o buscar notoriedad pública. Normalmente, las empresas de este tipo no han buscado la visibilidad y a veces hay que hacer importantes esfuerzos para saber qué actividades productivas que se realizan en lugares por los que pasas cada día y quien las lleva a cabo. No es que la industria necesite reinventarse, necesita ser reconocida y para conseguirlo necesita comunicar mucho mejor.

Sin explicar cómo funciona la economía real, el vacío comunicativo lo llenarán otros con relatos de promesas digitales sin anclaje, rondas de financiación millonarias para empresas incineradoras de caja, discursos de innovación que ignoran la base productiva del país y retoricas de modernidad más o menos utópicas (o distópicas, depende del ángulo desde las que se observe), pero con capacidad de atraer hacia sí mismas mucha atención mediática.

Este problema no se arregla solo con comunicación B2B, que es en la que más invierten este tipo de empresas. También son necesarias las relaciones públicas, el diálogo fluido y constante con la prensa, el trabajo de visibilidad en redes sociales y en general, es necesario llevar a cabo un esfuerzo por comunicar que la industria es afortunadamente una realidad viva. Ha sido tradicionalmente generadora de desarrollo y debe volver a ser el centro de las políticas económicas. Hace falta mucho relato y también autoestima.

El futuro no se puede construir solamente a partir de datos y software. Los países no flotan en el aire. Se sostienen sobre cadenas de producción, herramientas, talento técnico, entornos logísticos, manufacturas, cooperativas, talleres, almacenes, laboratorios, proximidad, trenes, excavadoras, tractores, materiales, polígonos industriales y un tejido denso de empresas que no detienen sus actividades ninguna de las 24 horas del día. Hay que pensar mucho más en la economía tangible y en como esta afecta positivamente a las sociedades. No por nostalgia, sino por sentido común.

Business Development at   daniel@smart-team.io

Emprendedor y profesional con experiencia en sectores como las agencias digitales, la comunicación corporativa, la industria musical y las administraciones públicas. Especialista en organizaciones y desarrollo de negocio. Enfocado en la comprensión y el uso de las tecnologías digitales.